viernes, noviembre 22, 2024
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EL PAPA QUE PARALIZÓ A GUANAJUATO

Tres días estuvo en tierras Guanajuatense el papa Benedicto XVI

Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI, evidenció con su visita al estado la fuerza del catolicismo guanajuatense. Su estancia en la entidad fue una explosión de fervor tan poderosa, que no importó la paralización carretera que se tuvo en esos días.

Fue el 23 de marzo de 2012 cuando Benedicto XVI, quien fuera Papa Emérito (o retirado) visitó México por única vez. Pisó el suelo mexicano, primero en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, de la ciudad de México.

Llegó al de Guanajuato por la tarde. Lo recibió un casi saliente Felipe Calderón, junto con el gobernador Juan Manuel Oliva. Rindieron al visitante honores militares, le cantaron y se tocaron himnos. El Papa dirigió un mensaje a los asistentes y dieron paso a la presentación del Ballet Folclórico de la Universidad de Guanajuato y de un grupo de mariachis.

Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI, durante su visita a Guanajuato

De ahí se trasladó a León, en un trayecto de más de 20 kilómetros de vallas, con miles de banderillas con afectuosos saludos de los mexicanos, en el papamóvil, hasta el Colegio Miraflores, donde descansó las tres noches programadas de su visita por el estado.

Ahí ofició una misa privada. Luego, en otra emotiva ruta con vallas, llegó al centro de la ciudad, donde le regalaron diversos artículos de piel, para también asistir a la Catedral de Nuestra Señora de la Luz, en donde celebró las Vísperas con representantes de la iglesia católica de México y América Latina.

El sábado 24, en la glorieta Santa Fe recibió las llaves de la ciudad de Guanajuato y se trasladó al centro de la ciudad para entrar por el acceso Diego Rivera y recorrer Embajadoras, Sopeña y Plaza de la Paz. La comitiva llegó a la Casa del Conde Rul, donde se reunió en privado con el entonces presidente Felipe Calderón y desde uno de los balcones dirigió un mensaje a niños y jóvenes que se concentraron en la Plaza de la Paz. Ya con la bendición papal, esta edificación, que fue construida en 1802, hoy es un museo.

De regreso a León, en la famosa Puerta del Milenio, a la entrada por el lado de Silao, le fueron entregadas las llaves de la ciudad de León por parte del entonces alcalde Ricardo Sheffield.

Pero lo que más viene a la memoria es cuando estuvo en el Parque Guanajuato Bicentenario, ubicado entre los municipios de Silao y Guanajuato, donde ofició una misa a la que asistieron los entonces candidatos presidenciales.

Los gobiernos estatal y federal habilitaron el espacio para una misa multitudinaria que costó más de 75 millones de pesos entre el arreglo del terreno, su equipamiento y la seguridad de las personas que asistieron.

El papa Benedicto XVI oficiando misa en el Parque Guanajuato Bicentenario

Ese día todas las carreteras de la región quedaron bloqueadas. Quien necesitara ir a León desde Guanajuato sólo podía llegar dando una vuelta por Irapuato y Romita y llegar a la ciudad leonesa por el lado de Cuerámaro. Así fue durante esos días: por horas, la parte occidental del estado quedaba sin movilidad automotora.

En su última noche, Ratzinger se puso el sombrero de charro que una joven le obsequió y con el fondo de “Cielito lindo”, interpretado por un mariachi, dijo que México permanecería “para siempre en su corazón”, y dijo sentirse mexicano, lo cual provocó alegría, aplausos, gritos de entusiasmo y porras de la multitud que le dedicaba una serenata afuera del Colegio Miraflores.

Luego de la cena, pasadas 21:00 horas, salió a saludar a la multitud que quería verlo. Les dio la bendición, lloraron mucho de emoción y le gritaron: “¡Benedicto, hermano, ya eres mexicano!”. Con un sobrevuelo sobre El Cubilete y la bendición desde ahí, el Papa se fue de Guanajuato rumbo a Cubita la bella, a reunirse con el camarada Fidé. Las carreteras de Guanajuato volvieron a la normalidad, pero ahora ya benditas.

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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