Inicio Equis Historia EL CASTILLO EN LA LLANURA

EL CASTILLO EN LA LLANURA

0

La escena parece extraída de las viejas cintas mexicanas de vaqueros que acostumbraba ver, de niño, en las matinés domingueras. Un músico (Antonio Banderas) pulsa los acordes de La Malagueña en una guitarra, sobre los corredores de una construcción de aspecto irreal, con un trasfondo que nos traslada a los paisajes rurales descritos por Juan Rulfo, con el color de la tierra.

Los simbólicos silos al centro de la plaza.

Esa imagen casi onírica forma parte de los primeros cuadros de la película Once Upon a Time in México (2003), de Robert Rodríguez, titulada en nuestro país Érase una vez en México, que permitió recorrer las calles de Guanajuato a una constelación de la que formaban parte, además de Banderas, Johnny Depp, Salma Hayek, Willem Dafoe, Enrique Iglesias, Mickey Rourke, Eva Mendes y Rubén Blades, entre otros.

Construcción que semeja un monstruo fantástico.

La cinta le dio fama mundial momentánea al escenario. Entonces, ¿por qué Jaral de Berrio no tiene el renombre que merece? Decidido a averiguarlo, emprendí la ruta a ese poblado. Para llegar, se recorren los llanos al norte de Silao, municipio que ha cambiado su vocación agrícola por la industrial; se viaja entre lomas y barrancas por las laderas del cerro del Gigante y luego por el semi desierto del norte estatal. Aunque la carretera es amplia, representa cierto riesgo, debido al intenso tráfico de tráileres que corren como locos.

Detalle de la fachada del “castillo”.

Poco antes de llegar a San Felipe, se toma la desviación a la capital potosina. Unos kilómetros adelante, un letrero indica la entrada a Jaral, conocido también por el famoso mezcal que lleva ese nombre y que se elabora en la región. Luego de una larga recta y un recodo, repentinamente un amplio espacio reverbera al sol, con dos iglesias, las ruinas de una larga y amplia construcción cuyo uso ancestral es impreciso, lo que parecen ser silos cónicos y, como surgido del mismo polvo color ocre, una especie de castillo de cantera rosa.

Arcos en uno de los edificios en ruinas.

Al fondo, se ven las calles de la comunidad. Una de las iglesias, dedicada a San Diego de Alcalá, es muy sencilla y parece más reciente que la otra, consagrada a La Merced. Esta última es notable: fachada y torres de cantera rosa, diseño de estilo neoclásico.

En el lado sur, una enorme construcción en ruinas, a la que se puede ingresar sin problemas. La forman largos galerones que posiblemente funcionaron como bodegas, y más silos. Todo, lamentablemente, presenta un aspecto descuidado, abandonado y sucio, con basura y grafiti por todas partes, sin faltar los desechos humanos. Al salir, casi de frente, se topa uno con las emblemáticas trojes cónicas.

Bóveda al interior de la hacienda.

Dejamos para el final el inmueble más interesante, lo que sin duda era la “casa grande” de la antigua hacienda de Jaral de Berrio. Porque eso era antes: una hacienda.

Bonanza y abandono

Se sabe que los terrenos donde se ubica y gran parte de los que la rodean fueron adquiridos desde inicios de la colonia por un español llamado Juan de Zavala, que convirtió la zona en estancias ganaderas y agrícolas. Era tal era la fama y productividad de estas tierras, que dieron origen al famoso refrán “Pa’ las mulas del Jaral, los caballos de allá mesmo”, con lo que se busca resaltar el carácter excepcional de los productos de algún sitio en particular.

Fuente y edificio anexo al inmueble principal.

En 1694, se convirtió en propiedad de Andrés de Berrio. Este hombre y sus descendientes llevaron la hacienda a una prosperidad legendaria, lo que ocasionó que durante la Guerra de Independencia se convirtiera en objetivo importante para el insurgente Francisco Javier Mina, quien la atacó en pos de un botín para la causa.

El patio principal de la ex hacienda.

Cada descendiente añadió elementos al conjunto, pero fue Francisco Cayo de Moncada quien ordenó construir la llamativa e imponente construcción que domina el panorama. Actualmente está en remodelación, pero yo la visité cuando aún era posible ingresar. La entrada presenta un aspecto similar al de otras haciendas: un cuadrángulo de dos pisos rodeado por corredores y columnas, fuente al centro y jardineras. En uno de los pasillos laterales, se aprecian varias barricas donde se añeja el famoso mezcal.

Al fondo, se levanta una majestuosa escalera que, iluminada a través de enormes ventanales, da acceso a la segunda planta. Se suceden entonces una estancia tras otra, casi todas en ruinas, pero que mantienen un aire de añeja solemnidad. Varias conservan un cielo raso profusamente decorado, como en las dos esquinas donde se alzan los torreones.

Cuando yo estuve ahí, había un hedor penetrante. La razón: guano de murciélagos, que anidaban entre la obscuridad de las altas vigas. Eran pocos los espacios que se libraban del “aroma”, pero suponemos que actualmente ese problema se ha solucionado. De cualquier modo, persisten huellas de antigua elegancia: en lo que seguramente fue un baño, quedan restos de un mural que muestra a la ninfa del agua. En otra pieza, una escalera de caracol, de madera labrada, desciende a la planta baja y de allí a los que posiblemente son sótanos.

La ninfa del agua.

Desde la misma casa, se pasa a la azotea. Desde ahí, se ve la gran extensión de lo que fue el área de trabajo: caballerizas, almacenes, cavas, bodegas, patios. Aún existen, y se conservan en buen estado, los hornos, molinos, la maquinaria necesaria para extraer del agave el jugo que se convertirá en licor. Pasillos, escaleras, chimeneas, todo provoca la sensación de vivir otra época. Puede uno imaginarse como parte de un set cinematográfico con temática de indios o vaqueros o, mejor aún, de drama zapatista.

Chimenea en el patio de labores.

Es deseable que autoridades y propietarios busquen la manera de convertirlo en un espacio propicio para la promoción de la cultura y la historia, lo que sería un poderoso impulso para la economía regional. De esa manera, el atractivo “castillo” de los llanos de San Felipe tendría, sin duda, el renombre que merece y que hasta hoy se le ha escamoteado.

Construcciones en lo que fue el área de trabajo.

Salir de la versión móvil