Inicio Equis Historia TIENE “JUÁREZ, SÍMBOLO DE LA REPÚBLICA” MÁS DE 170 MILLONES DE REPRODUCCIONES

TIENE “JUÁREZ, SÍMBOLO DE LA REPÚBLICA” MÁS DE 170 MILLONES DE REPRODUCCIONES

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El mural Juárez, símbolo de la República que el pintor, grabador y escultor Antonio González Orozco (Chihuahua, 10 de mayo de 1933-CDMX, 10 de junio de 2020) realizó en la Sala de Carruajes del Castillo de Chapultepec en 1972, en ocasión del centenario luctuoso del Benemérito de las Américas, ha sido reproducido 170 millones de veces.

Esa imagen la tomó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) para reproducirla, hasta hoy, en 167.5 millones de ejemplares, distribuidos durante varios años en las primarias de todo el país. Además, ha aparecido en más de 2.5 millones de billetes de la Lotería Nacional. Juárez, símbolo de la República está en el imaginario nacional.

El artista plástico Antonio González Orozco en medio de las reproducciones de su obra que suman millones.  

“Todo mundo conoce ese mural, donde Juárez está empuñando una bandera. Se hizo muy reconocida por todos los mexicanos porque muchas generaciones de estudiantes han usado ese libro de historia. Para millones de personas, la imagen de Juárez es ésa, la de su libro”, revelaba el muralista, quien hasta su muerte trabajó inspiradamente en su estudio.

Pero más allá de los libros de texto y los billetes de lotería que medianamente se pueden contabilizar con precisión, el mural Juárez, símbolo de la República ha aparecido en miles y miles de libros al margen de la Conaliteg, posters, carteles, revistas, folletos y posters, así como en infinidad de memes que van de lo ingenioso a lo jocoso-irreverente.

Cierto día, en agradable charla de sobremesa, el maestro Antonio González Orozco (quien sumaba a sus múltiples talentos y habilidades artísticas la cualidad de ser un gran conversador), mencionó que a lo largo de su carrera tuvo la fortuna de dejar murales en edificios emblemáticos, como el Hospital de Jesús fundado en 1524 por Hernán Cortés.

Ubicado en 20 de Noviembre y República de El Salvador, en el Centro Histórico, el hospital sigue en funcionamiento, lo que lo hace único en América Latina. Ahí está el mural La medicina en México, en el corredor del primer piso, y ha sido muy bien recibido por el público. Al hablar de esa obra de grandes dimensiones, viene la anécdota:

Detalles del muy conocido mural del artista Antonio González Orozco, “Juárez, símbolo de la República”, y un momento de su elaboración.

Ese mural es visitado constantemente por grupos de turistas del Centro Histórico que llegan de la mano de guías autorizados. Cuando lo terminó, González Orozco no lo firmó y un domingo que lo fue a ver y uno de esos grupos lo miraba atento. Con voz grave y modulada, el instructor dijo que ese mural se debía a Diego Rivera; luego luego lo firmó.

Otra magnífica obra del maestro es un mural de 3 metros de largo por 2 de alto. Tiene ese tamaño, no tan grande, porque es el mismo que tiene el sitio especial donde se instaló como encargo de la Universidad Panamericana con el tema del cincuentenario de su Escuela Preparatoria. Ese enorme trabajo es ampliamente valorado por los universitarios.

El maestro egresó de la Escuela Nacional de Artes Plásticas en el ocaso de los años cincuenta del siglo XX. Por esos años conoció a Diego Rivera, quien despertó su interés por el muralismo, razón de su productiva vida. Comprendió que la vocación la traía en el alma, pues su padre era un pintor excepcional, aunque le era imposible vivir del arte plástico.

Lo anterior, evocaba el artista, porque nadie, en el Chihuahua de mediados del siglo XX o antes, pensaba en tener una obra original en su casa. “En la primera exposición que tuve allá, en 1960, vendí dos cuadros: uno me lo compró la directora de la escuela y el otro el rector de la universidad local; eso significó que mis obras quedaron en familia”. Reía.

A nadie se le ocurría comprar pintura. Por ese entonces, con frecuencia hacían reuniones en casa de antiguos compañeros de escuela, profesionistas en plena época de juventud y noviazgos. Cierto día, en una residencia enorme, con muebles finos de lujosos detalles, un enorme jardín y cochera con seis vehículos último modelo, algo llamó su atención.

Momentos en la vida creativa del maestro González Orozco.

En las principales paredes tenía colgadas reproducciones de pinturas que los dueños habían comprado en El Paso, Texas. En esa casa y en otras similares nunca faltaban La última cena ni La Mona Lisa, eso sí, en marcos finamente elaborados. A nadie se le ocurría que podía comprar hermosas pinturas originales, que además, no eran caras.

En ese entonces recibió un telegrama del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el que se le invitaba a trabajar en el Castillo de Chapultepec porque se había desocupado una plaza de restaurador. Corrió de Chihuahua a la CDMX y la tomó. Desde entonces trabajó alrededor de 20 años para la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En ese tiempo pintó dos murales en el Castillo. En 1957, en ocasión del centenario del Triunfo de la República, pintó la llegada de Benito Juárez a la Ciudad de México, mismo que fue inaugurado como inicio de un amplio programa que se desarrolló esa ocasión, y en el que su trabajo y obra fueron actores centrales ante nacionales y gente del extranjero.

Sacaron la carroza de Benito Juárez, la llevaron a Palacio Nacional y hubo una gran euforia popular en torno a esa festividad, porque se le concedió mucha importancia al retorno de Benito Juárez a la Ciudad de México. La República restaurada es el nombre de esa obra mural que data de 1957.

El segundo fue 15 años después, en el año 1972. Lo tituló El año de Juárez, para conmemorar el centenario del fallecimiento de ese personaje de la historia nacional. Pintó ese segundo mural en la misma sala de Carruajes Históricos. Ese mural fue tomado para reproducirse en muchísimas publicaciones no únicamente impresas, sino en televisión, en el cine y otros medios. Esa obra es famosa.

Detalles del mural “La medicina en México”, obra de Antonio González Orozco en el Hospital de Jesús fundado por Hernán Cortés en 1524, y que sigue en pie en la CDMX.

Siempre risueño, coherente y lúcido, el maestro Antonio González Orozco fue autor de obras sobre tela y sobre papel, serigrafías, dibujos, puntas secas, grabados, y una serie de esculturas que, en sus propias sabias palabras, “hacen pensar y reflexionar en torno a la importancia y belleza que proporciona el arte como opción de vida para todos nosotros”.

Día tras día se consideró afortunado por la existencia que tuvo, y pregonaba que “trabajar es retroalimentarse”. Y con esa batería y energía que fue su emblema dentro y fuera de su estudio, el escultor, grabador y pintor dejó una amplísima obra llena de encanto y atractivo para gozosa experiencia sensorial de los espectadores de este eterno mundo.

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