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EL PORTAL DE LOS MERCADERES

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Si uno asiste al Zócalo o Plaza de la Constitución de la Ciudad de México y se detiene en la calle delimitada por 16 de Septiembre y Francisco I. Madero, exactamente en la acera opuesta al Palacio Nacional, uno estará en el Portal de los Mercaderes. Y si uno echa a volar la imaginación y la remonta hasta 1532, la experiencia será fascinante, casi mágica.

Aunque el nombre de ese espacio no es muy conocido, su historia invita a conocer más sobre el devenir de la capital del país, concretamente de su Centro Histórico. El Portal de los Mercaderes tiene un pasado interesante, nostálgico. Todo comenzó en el año 1524, cuando se determinó que la Nueva España tuviera en ese sitio un centro comercial digno.

La idea era que los propietarios de las casas alrededor de la Plaza Mayor organizaran la construcción de portales para que los comerciantes tuvieran dónde resguardarse del sol de verano, de las lluvias de otoño y del frío del invierno. Y no sólo ellos, también, que sus variadas y a veces caras mercancías no fueran afectadas por esos elementos naturales.

El comercio se mantiene vigente en los tradicionales portales. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

En 1524 el ayuntamiento había aprobado una ordenanza que establecía que los dueños de casas que daban a la plaza debían construir una especie de pasarela cubierta frente a sus propiedades para alquilar espacios fraccionados a los comerciantes. Con esa ordenanza se dieron los primeros pasos en la organización formal del comercio en la capital del país.

Esas pasarelas cubiertas, en la cara suroeste del Zócalo, llegaban sin interrupción hasta la catedral y más allá. Se terminaron de construir en 1529, se sustituyeron en el siglo XVII, para que los comerciantes de telas, principalmente, se expandieran y ya en el siglo XVIII se diversificaron y vendieron casi de todo, por eso el nombre: Portal de los Mercaderes.

Ese centro comercial cobró auge sobre todo después de que fue formalmente promulgada la Independencia Nacional, y a mediados del siglo XIX, el paseo cubierto se dividió, al norte y al sur. Con la apertura de la calle Plateros, actual avenida Francisco I. Madero, la parte norte desapareció irremediablemente, hasta quedar sólo lo que hoy se puede ver.

Con el tiempo y para recuperar la inversión, los portales fueron rentados a personas que ejercían ahí́ diversos oficios, como los escribanos o evangelistas, quienes después se mudaron a la Plaza de Santo Domingo, muy cerca del Zócalo. Los portales también eran un paseo popular. Es fácil imaginar a las familias de esa época haciendo sus compras.

La población local y el turismo sigue viendo en esta zona un espacio para caminar y pasear. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

En su libro La Ciudad de México, José María Marroquí narra que en las décadas de 1840 y 1850, los domingos y días festivos se paseaban los miembros más ilustres de la sociedad. Los paseos eran de las 11 de la mañana a la una de la tarde, pero cuando caía la noche el sitio era mucho más concurrido, pues se colaban personas de cuna humilde.

Tal vez ahí nació también la educación peatonal, pues debido a que la gente llegaba a raudales, el paso se hacía lento y unos chocaban contra otros, ante la protesta de los pudientes que no se querían topar con el pueblo. Fue entonces que se ideó que los que iban circularan por la derecha y los que venían, por la izquierda. Así, todos contentos.

En los cajones ambulantes o tiendas semifijas, la gente de todos los estratos sociales siempre encontraba lo que se necesitaba o algo que le gustara, tal como sucede hasta la fecha en las modernas plazas comerciales. Mercaderías lujosas y exóticas, desde telas finas hasta objetos de cristal; productos del país y llegados desde allende las fronteras.

Un suceso en los portales que se pierde en el polvo de los tiempos, al que se atribuyen características de milagros, dio paso a la devoción popular al Cristo de la Paciencia que es el “El Santo Ecce Homo del Portal” y se le adoraba en todo el portal, desde el cruce con la calle de Plateros (Francisco I. Madero) hasta Tlapaleros (16 de septiembre).

La Catedral Metropolitana ha sido testigo del devenir histórico del Portal de los Mercaderes. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Una parte de este portal fue cedida en 1673 a los frailes agustinos para su explotación comercial, por lo que recibió el nombre de “Portal de Agustinos”. Las casas y los portales sufrieron daños por terremotos, inundaciones, asonadas militares y tumultos populares. En 1895 la autoridad demolió parte de los portales, por el mal estado en que estaban.

El Portal de los Mercaderes fue iniciado en 1527 por Melchor Dávila. En 1532 ya estaban abiertas las tiendas de telas, administradas por Gonzalo Ruiz, quien sin duda fue testigo de la vigente lucha por evitar que el Zócalo fuera un lugar de total anarquía comercial de vendedores que compraban, vendían, regateaban y anunciaban a viva voz sus mercancías.

Sin embargo, no se debe olvidar que los portales y su paseo cubierto fueron planeados para proporcionar espacio a los vendedores. Hoy, sobreviven negocios como joyerías y la legendaria y centenaria Sombrerería Tardan, que dan cuenta de los albores comerciales en la ciudad y el deber de mantener orden mercantil. En el aire están las campanadas de la Catedral y el recuerdo del andar de los carruajes jalados por caballos o tiernas mulitas.

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