viernes, septiembre 20, 2024
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LA RANA, ESE SÍMBOLO GUANAJUATENSE 

La imagen del verdoso anfibio mantiene 

una relación inmemorial con Guanajuato

De acuerdo con los historiadores, el primer nombre que se dio al territorio donde hoy se ubica Guanajuato fue Mo-o-ti, de origen chichimeca, que significa “lugar de metales”, lo que indica que la riqueza mineral de esta tierra es conocida desde hace muchísimo tiempo. Luego llegaron tribus nahuas. No sabemos si dijeron “quítense, que ahí vamos” a los primeros habitantes, o si establecieron con éstos una especie de amistosa convivencia, pero sí que usaron su propia denominación: Paxtitlán “lugar de heno”, vocablo que aún sobrevive para denominar al barrio de Pastita. 

Una de las rocas en forma de rana del cerro del Meco.

Sin embargo, los purépechas, pueblo que habitaba alrededor de los hermosos lagos que actualmente adornan Michoacán, famosos desde tiempos prehispánicos por sus excelentes artesanías en metal, supieron pronto de la abundancia mineral del subsuelo cuevanense y no tardaron en enviar sus tropas —o sus comerciantes— para tener acceso a esa materia prima. Como no podía ser de otra manera, una vez asentados, pusieron su propio nombre a la región: Quanaxhuato, que tiene el curioso significado de “lugar montuoso de ranas”. 

Anfibio en la plaza de las ranas.

Los de “montuoso”, se entiende, pues se refiere a los montes, cerros o colinas que por aquí abundan, pero ¿por qué “de ranas”?. Posiblemente, en aquel tiempo, la cañada y los muchos arroyos que en ella desembocan, todos entonces al aire libre y seguramente con un caudal mucho mayor que en el presente, servían de hogar a multitud de esos batracios saltarines. Lo cierto es que el nombre pegó y sobrevivió, levemente deformado, hasta la fecha. La rana, por su lado, se convirtió en un símbolo de la ciudad.

En la infancia de mi generación, muchos sabíamos de la existencia de dos rocas en forma de rana a un costado del Cerro del Meco. ¿Influyeron también en la mentalidad purépecha para elegir tan estrambótica denominación? Tal vez nunca lo sepamos. Ambas formaciones rocosas sobreviven, pero una de ellas está tan erosionada que resulta muy difícil imaginarle forma anfibia; la otra aún se muestra, como esfinge ancestral que posa para la eternidad. 

Rana al acecho, de Capelo.

Muy cerca del jardín Embajadoras, exactamente a un lado del túnel que desemboca junto a la escuela primaria “Luis González Obregón”, se encuentra un callejón con ese nombre: La Rana. Su corto pero tortuoso trayecto va a dar hacia la parte media del Callejón de Espinazo. Imagino las muecas que hacían los antiguos empleados postales, en otros lugares, cuando leían que una carta mostraba como dirección “Rana No. 4” o “Callejón de la Rana 8”. Tal vez imaginaban a los guanajuatenses como una especie perdida de aquanautas. 

Batracio inquisitivo ante la fuente.

La imagen de la rana se reforzó con el diseño y colocación de dos estatuas de batracios, hechas con piedrecitas blancas, en el jardín llamado Las Terrazas. Una muestra leve sonrisa y la otra una mueca de cierto enojo. Poseían dos ojos de vidrio color verde oscuro, que lamentablemente han sido destruidos. A diario ven desfilar a cientos o miles de transeúntes y atestiguan tórridos romances, aunque su entorno está muy descuidado. 

Metros más abajo, se localizan 18 esculturas de cantera. Son obra del artista plástico Javier Hernández —de nombre artístico Capelo—, y desde su instalación, alrededor de un espejo de agua y una fuente, se convirtieron en una imagen representativa del casco urbano y en frecuentado escenario fotográfico, aunque tampoco han escapado al vandalismo. Además, el piso mismo donde se encuentran forma, con pequeñas piedras de colores, las figuras de otras ranas, apreciables desde los miradores de la ex estación del ferrocarril. 

Las ranitas de bronce de una vivienda.

La anfibia figura también ha sido elegida para nombrar a diversas empresas del sector turístico, a la editorial oficial del gobierno estatal y para una de las botargas utilizadas en actos municipales. Así mismo, ha brincado a inmuebles privados, particularmente a la puerta de una antigua casa del callejón de San Roque, cuya sólida puerta de madera está adornada con numerosas ranitas de bronce que parecen dirigirse a un gran sapo. Tristemente, algunas han sido arrancadas, en un acto vandálico imperdonable. 

Diseño moderno de rana, también de Capelo.

Sea en las alturas del Cerro del Meco, entre los árboles de Las Terrazas, junto a la fuente cercana a los Pastitos o como adorno de algunas viviendas, la rana ha saltado desde sus ancestrales guaridas acuáticas, hasta metamorfosearse en un ícono contemporáneo que da identidad a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. 

Pareja anfibia en la plaza de las ranas. 
Benjamin Segoviano
Benjamin Segoviano
Maestro de profesión, periodista de afición y vagabundo irredento. Lector compulsivo, que hace de la música popular un motivo de vida y tema de análisis, gusto del futbol, la cerveza, una buena plática y la noche, con nubes, luna o estrellas. Me atraen las ciudades, pueblos y paisajes de este complejo país, y considero que viajar por sus caminos es una experiencia formidable.
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