viernes, noviembre 22, 2024
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FRIJOLES QUE SALTARON EN EL HORMIGUERO

Curan dolores del corazón, pero no el mal de amores

En realidad no es frijol, pero sí salta: no se comen, no se comen, pero sirven de amuleto para curar la presión alta, dolores de cabeza, los nervios (la ansiedad, pues), las reumas y el dolor del corazón y para la abundancia.

No se ingiere, no se unta, no se hace infusión, sólo se guarda en una bolsita y hará su efecto mágico a favor de nuestra salud.

Al menos eso dijeron las mujeres que lo ofrecían, mujeres procedentes del estado de Veracruz. Como vendedoras, explicaron con detalle que consiguen el frijolito en el estado de Sonora.

Al documentarse en red, supe que estos peculiares vegetales tienen la apariencia de pequeños frijoles de color entre canela y castaño. Son un tipo de semilla en la que una polilla coloca un huevecillo. Cuando la larva nace del huevo, hace “saltar” a la vaina.

Miriam, la experta en frijoles que saltan procede del estado de Veracruz, mientras que el producto que vende proviene de Sonora.

Una de las chicas, que acepta la charla a condición de no tomarle fotos ni video, explica que el “frijol” nace en “el árbol de la vida”, en Sonora. Se trata de un arbusto del género Sebastiania (S. palmeri o S. pavoniana).

No precisa lo de la larva, sólo cuenta que se trata de “un animalito” que se mete a la vaina y provoca el salto. El insecto es un miembro del género Cydia (Cydia deshaisiana) y es conocido como polilla del frijol saltarín.

La larva se come el interior del frijol y crea espacio para sí misma. Se adhiere al él con varios hilos de seda y puede vivir por meses adentro con algunos periodos de aletargamiento. Si hay condiciones adecuadas de humedad y temperatura, puede vivir lo suficiente para llegar a la fase de pupa. Por lo regular, en la primavera, el insecto busca salir del frijol a través de una “trampilla” redonda. Deja la cápsula pupal y sale al mundo sólo para vivir como adulta unos pocos días.

Miriam, como se identifica la informante, explica que el grupo de varias personas que ofrecen plantas y los frijoles saltarines provienen de Orizaba, Veracruz. Son nahuas cercanas a la sierra de Zongolica.

Se le pide que diga en náhuatl qué le parece la fiesta del Día de la Cueva. Lo hace y traduce: que le gusta mucho. También precisa que es la primera vez que acude a ella.

Aceptó que no saben qué significa La Cueva ni La Piedra (en referencia a La Bufa). No ha ido a la ciudad, pero le han platicado que es muy bonita y quiere conocerla.

Mientras la charla transcurre, los “frijoles” saltan. Lo hacen como una medida de supervivencia para proteger a la larva del calor, que podría ocasionar que se secaran. Los rayos ultravioleta de la luz solar los estimulan a saltar, incluso en temperaturas frías, pero si permanecen en el sol por periodos prolongados la larva se deshidratará y morirá.

Por eso los tenían en la sombra y les colocaron un letrero de “no tocar”. No es fácil aguantar esa tentación, pues cuando el frijol es calentado abruptamente al ser sostenido dentro de la palma de la mano, la larva se mueve nerviosamente, jalando los hilos que la sujetan al frijol y causando el característico “salto”.

El frijol que salta no se ingiere, no se unta, no se hace infusión, sólo se guarda en una bolsita y hará su efecto mágico. 

Si se agita o sacude un frijol con mucha fuerza y se escucha un traqueteo en su interior, la larva ha muerto y el frijol no volverá a “saltar”. Por eso piden no tomarlos con la mano y tenerlos en un lugar fresco.

Los frijoles saltarines provienen de las zonas montañosas de los estados de Sonora, Sinaloa y Chihuahua, en el norte de México; de hecho, la ciudad de Álamos, en Sonora, afirma ser la “capital mundial del frijol saltarín”. Pueden ser hallados dentro de un área de aproximadamente 50 Km por 150 Km de superficie, donde crece el arbusto que da las semillas (Sebastiania pavoniana). Durante la primavera, las polillas emergen de los frijoles del año anterior y depositan sus huevos en la flor del arbusto.

Vuelvo a leer los males que ese amuleto saltarín puede curar y llama la atención que cura “dolor de corazón”. La decepción viene cuando Miriam aclara que es cuando, literalmente, el corazón duele. Y yo que pensaba curar un mal de amores con esos frijoles saltarines. Lástima.

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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