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EL CENTENARIO DEL NATALICIO DE JUÁREZ EN GUANAJUATO: ENTRE LA FIESTA Y EL MITO

A las 12:00 horas del martes 20 de marzo de 1906, las campanas de los templos de la ciudad de Guanajuato repicaron para saludar el centenario del natalicio de un personaje que dividía a los guanajuatenses: Benito Juárez García. Héroe y santo cívico de los gobiernos “liberales” del estado, debía ser defendido ante el rechazo de un sector de la población, permeado por el discurso conservador.

Un día después, el miércoles 21, se cumplía el decreto expedido por Porfirio Díaz y todas las villas, pueblos y ciudades del país tenían calles con el nombre de “Benito Juárez”. De esa manera el liberalismo refrendaba su triunfo político y buscaba convertirlo en triunfo cultural en una sociedad profundamente religiosa que consolaba a un bando clerical y conservador con grupos que aún lamían las heridas generadas por la Reforma.

Como en tantas otras ciudades, Guanajuato impuso a una de sus calles céntricas, por demás bulliciosa, el nombre de Benito Juárez.

La huella de Juárez en Guanajuato

La clase política liberal guanajuatense del siglo XIX se caracterizó por su lealtad a Juárez. Ignacio Ramírez, Manuel Doblado, Sóstenes Rocha y Santos Degollado, entre otros, fueron distinguidos seguidores del Benemérito. El que en 1858 el Juárez errante haya establecido los poderes del gobierno republicano en la ciudad de Guanajuato no es algo circunstancial: fue cobijado por una casta gobernante que se imponía a un pueblo profundamente religioso.

La estancia de Juárez en la ciudad fue destacada por la prensa liberal, pero no tuvo el eco de la visita de Maximiliano, registrada en 1864, donde la pompa y el festejo involucraron a todos los sectores sociales.

Sin embargo, el adoctrinamiento liberal se imponía y para 1906, al cumplirse 100 años del natalicio del mítico pastorcillo de Guelatao, los festejos fueron intensos y emotivos. En ese año, el presidente Porfirio Díaz crea la “patriótica Comisión Nacional del Centenario de Juárez” y todos los estados se suman a la celebración.

El 7 de enero de 1906, todos los periódicos de la entidad publicaban una disposición gubernamental que establecía en tres artículos cómo debía honrarse la memoria del Benemérito:

El primero señalaba que “Cada uno de los Ayuntamientos del Estado designará en sus ciudades, villas y pueblos, una calle que lleve el nombre del C. Benito Juárez, a excepción de aquellos lugares en que ya hubiera una calle principal con ese nombre”.

En el artículo dos se especificaba que se fijarían placas conmemorativas con el siguiente mensaje: “Calle Benito Juárez-En celebración del 21 de Marzo de 1906, centenario de su nacimiento”. Y, finalmente, cada placa debía ser costeada con fondos de la población o, en su defecto, por el Gobierno del Estado.

El festejo del Centenario de Juárez en Guanajuato

En respuesta a las disposiciones gubernamentales, se formó el Comité Liberal Guanajuatense como encargado del festejo el 20 de marzo con el siguiente programa: 

A las 10:00 de la mañana, fiestas escolares; a las 11:00, un “paseo cívico” desde el parque “Obregón González”, donde el joven Fernando Chico, alumno del Colegio del Estado, fue el orador oficial. La comitiva tomó hacia la Plaza Mayor (ahora de la Paz), para seguir por la calle “Benito Juárez” y luego por Pardo y concluir en el parque “Porfirio Díaz” (ahora El Cantador). En la fuente central erigieron un altar al Benemérito de las Américas, cantaron el himno nacional, hubo discursos, música y poesía y terminaron con un himno a Juárez, para rematar con el repique generalizado de las campanas de los templos de la ciudad, como una demostración del poderío laico ante la fuerza del catolicismo.

Con espectáculos artísticos, más discursos, esta vez con la participación del Lic. Nicéforo Guerrero, en representación del Comité Liberal Guanajuatense, culminó la jornada.

El 21 de marzo fue el festejo oficial, con la develación de la placa en la calle “Benito Juárez” —a la que ya tiempo antes se le había reasignado ese nombre— con ordenanzas y cantos de himnos; otro desfile, esta vez de tipo gubernamental, encabezado por las autoridades estatales y municipales. Las plazas se vistieron de fiesta y de nuevo los estudiantes fueron los principales protagonistas de las honras a la memoria del Benemérito.

Placa alusiva a la estancia de Juárez en Guanajuato, en el muro exterior del edificio de la Presidencia Municipal. El mural donde figura Juárez en Guanajuato, de la segunda imagen, es obra del maestro José Chávez Morado. 

El Comité concluyó el festejo el jueves 22 de marzo por la noche, con la presentación de espectáculos de zapateado, canciones clásicas, música popular y “de clase” y, a las diez de la noche, fuegos artificiales.

De esa manera, Benito Juárez se fortalecía en el santoral cívico de los guanajuatenses. El centenario de su natalicio habría de ser superado sólo por la celebración del Centenario de la Revolución. Porfirio Díaz buscó contrarrestar con ambos festejos el desgaste de su gobierno, pero la suerte estaba echada.

En 1906 las rebeliones laborales indicaban el fracaso del capitalismo positivista del porfiriato. En 1908 el periodista James Creelman lo hacía promulgar una mayor apertura para la prensa. Habría de surgir un opositor, Francisco I. Madero, que en 1910 cimbraría al viejo dictador con el mismo grito con el que llegó al poder: “Sufragio efectivo, no reelección”.

Colofón

Juárez, el ferviente católico laico y liberal, el indio que masacró a los de su raza por considerarlos un estorbo ante el progreso; Juárez el nacionalista, el que luchó contra el invasor liberal francés apoyado por la potencia del norte; Juárez, el honesto, pero también el aferrado al poder; Juárez el sabio, pero también de mano dura que no temblaba para castigar al enemigo. Juárez el hombre y Juárez el mito dejaron su huella en Guanajuato.

Referencias bibliográficas

ALVEAR, Acevedo, Carlos. Historia de México. Editorial Limusa, México, 2004.

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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